Raquel llegó a la Aldea de Santa Cruz de Tenerife cuando tenía 6 años. Allí ya estaba su hermana Juani y después llegarían otros cuatro niños con los que ambas compartirían toda su infancia. Ahora los seis son inseparables.
Ella es un ejemplo de superación y de resiliencia pero, sobre todo, es un ejemplo de cómo se pueden lograr muchas metas con trabajo y constancia.
El otro día entraba en un local al que me gusta ir con mis amigas y donde conozco al personal que trabaja allí. Uno de ellos me hablaba sobre cómo una persona le había parado en la calle para explicarle qué era Aldeas Infantiles SOS (este chico no sabía nada sobre mí, ni sobre Aldeas), y comentó que no sabía a dónde podría ir a parar ese dinero… así que le dije: “pues lo tienes aquí, delante de ti”.
Sí, le dije, yo crecí en Aldeas. Y a partir de ahí le fui contando cómo con 6 años tu vida puede cambiar totalmente. Tus padres no tienen la situación ni la capacidad para poder cubrir tus cuidados básicos y Servicios Sociales ha de buscar una solución que mejore la vida de una niña que se encuentra en riesgo de exclusión. Es entonces cuando mi futuro pasó de estar limitado a una salida, a estar en constante cambio y lleno de posibilidades.
Una de las razones por las que no escondo nada de lo que he vivido, y lo expreso cuando se da la situación, es porque creo que todos los jóvenes podemos dar un mensaje positivo de superación. No solo hablo de los jóvenes de Aldeas sino de los jóvenes en general.
La juventud de mi generación ha tenido dos encontronazos profesionales graves. Hemos vivido la crisis de 2008 recién comenzados nuestros estudios y estamos viviendo la crisis sanitaria actual. Ambas etapas nos han generado una incertidumbre que, creo nos ha fortalecido, pero que también ha entorpecido y limitado nuestra capacidad de soñar y de progresar. Y, a pesar de todo esto, aquí seguimos innovando, creando y generando nuevas ideas que puedan hacer nuestra vida más fácil y sencilla. Y por supuesto, dando la talla ante una situación como la que vivimos actualmente.
En 2008 había terminado mis estudios de Bachillerato con la tercera mejor nota de mi curso y estaba comenzando Dirección y Administración de Empresas, una carrera que no me gustaba pero que proyectaba un futuro laboral muy prometedor. Un futuro laboral que siempre ansié, un cambio en mi destino, en el patrón y en el camino que me venía impuesto por la trayectoria de mi familia biológica.
Para cuando terminé, tuve que seguir haciendo aquello que me había mantenido durante la carrera: trabajos precarios y, mientras tanto, esperar a que alguien escogiera mi currículum de entre otros muchos para poder ser productiva en alguna empresa.
Mis expectativas eran altas, sin embargo, lo que salió fueron ofertas como becas de empresa en las que el montante no me llegaba ni para cubrir el alquiler. Fue entonces cuando rondaba por mi cabeza emprender o lanzar mi propio negocio. Así nació Social Makers, una cooperativa que fundamos gracias a, por supuesto, Aldeas Infantiles SOS: nuestro primer fan. Aldeas es similar a tener unos padres que creen en ti y que te apoyan en todo lo que haces guiándote de la mejor manera posible: con amor y cariño, y siempre desde la sensatez. En 2015 abrimos Social Makers con la premisa de tener un sustento y poder generar un cambio social en las empresas, para que puedan aportar a la sociedad mucho más que impacto económico. Creemos en el impacto social, en crear oportunidades para aquellos que, como nosotros, lo han tenido difícil.
Durante esta travesía siempre tuve una espinita clavada, así que, en 2018 decidí dejar atrás esta etapa emprendedora para probar mis capacidades como docente en un Instituto de Educación Secundaria, experiencia que está siendo muy enriquecedora, ya que tengo la oportunidad de generar curiosidad, pasión y ganas en aquellos chicos que, como yo, pudieron tener dificultades en una adolescencia dura, llena de dudas y rebeldía.
¿Qué me deparará el futuro? No lo sé. De lo que sí estoy segura es que, gracias a mis experiencias y a mi forma de ver la vida, tengo la fuerza y las ganas que me hacen falta para enfrentarme a todo lo que venga.
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